Si es
usted viejo, no se le ocurra irse a vivir a las islas Svalbard porque allí no le dejarán morir…
Uno de
los lugares más extraños de la Tierra es el archipiélago de las Svalbard, de
soberanía noruega, cuya isla principal es Spitsbergen. Se trata de uno de los
recodos más septentrionales del mundo, una singular geografía en la que, en
condiciones muy extremas, habitan cerca de tres mil seres humanos. En aquel
puñado de islas batidas por los mares árticos –el de Groenlandia al Oeste, el
de Barents al Este– la población se reparte en cuatro establecimientos humanos,
todos ellos en la isla principal de Spitsbergen: Longyearbvyen, la capital
administrativa, con algo más de dos mil habitantes; Barentsburg, una ciudad
minera rusa con una población de unas cuatrocientas personas, y dos estaciones
científicas, Ny Alesund y Hornsund, que no suman entre las dos más allá de cien
habitantes durante los larguísimos inviernos polares.
En todo
el archipiélago no hay más que 53 kilómetros de carreteras asfaltadas y el número
de osos polares supera en un par de cientos al de personas. Los osos están
protegidos, pero siempre hay que ir armado cuando uno camina por las Svalbard
e, incluso, en las calles de las afueras de Spitsbergen, la urbe más poblada,
así evitaras ser su comida.
En las
islas puede establecerse quien lo desee a condición de que trabaje y edifique
su casa. No se admiten vagos en Spitsbergen: los impuestos resultan mínimos y
las ayudas sociales son al tiempo muy escasas. En Longyearbyen, la capital del
archipiélago y principal núcleo de población, existen numerosos ucranianos,
rusos, bielorrusos y, por supuesto, noruegos. Pero también cuenta con una
importante colonia de tailandeses, que controlan casi todo el negocio de hotelería.
Es más fácil comerse un plato de ballena al curry, en Longyearbyen, que un buen
asado de reno.
Si es
usted viejo, no se le ocurra ni por un momento irse a vivir al archipiélago de
las Svalbard. Las autoridades hacen allí todo lo posible para que no se
establezca una población de la tercera edad. No hay atención médica
especializada, ni geriátricos y ni siquiera escaleras mecánicas para entrar con
carrito de ruedas en los comercios o en las viviendas de pisos. Y no porque
falte buena calefacción, farmacias o supermercados con todo lo necesario. Es
que No está permitido morirse en las
Svalbard.
Lo que pasa es que:
Hace unos
años, unos médicos forenses abrieron una tumba de comienzos del siglo XX para
realizar algún tipo de investigación. Y descubrieron que, a causa del hielo y
el frío de la tierra, el cadáver se encontraba en perfecto estado de
conservación. Corrió la voz sobre el hallazgo. Y decenas de personas pidieron
ser enterradas en las islas, en la creencia de que, si algún día la ciencia
encuentra medios para devolver la vida a los muertos, será mejor un cadáver
bien conservado que un puñado de cenizas.
Y es que
morir está prohibido en las Svalbard para quienes creen en la resurrección de
la carne y en la vida perdurable.
Asistencia turística
01800 111 8111
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